viernes, 18 de julio de 2014

HE VISTO COSAS QUE JAMÁS CREERÍAIS (DE MARTU GARROTE)

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En tan solo poco más de dos años de Gobierno del Partido Popular, los españoles de a pie, esos que no somos españoles de bien sino pobres víctimas de esta gran estafa a la que llaman crisis, hemos visto cosas que jamás creeríamos que podrían pasar en España en pleno siglo XXI. Y lo que nos queda por ver, me temo.
Ayer mismo vimos entrar en prisión para cumplir tres años y un día de encierro a un joven estudiante de medicina acusado de participar en un piquete en la Huelga General de 2012. Y no será el único, en pocos días le acompañará por los mismos terribles delitos una mujer de 56 años. Antes que ellos fueron condenadas Ana y Tamara por estar en un piquete en el que alguien arrojó pintura a una piscina.
No son los únicos, en junio se celebró juicio contra cinco sindicalistas que entraron en una fábrica en La Rioja y para los que se pidió, nada menos, que dos años de cárcel para cada uno por un delito de coacciones durante la Huelga. Así podríamos seguir líneas y líneas hasta completar la escalofriante cifra de 300 representantes de los trabajadores acusados de diversos delitos que los llevarán a la cárcel por el hecho de defender lo que es de todos.
Desde que finalizó el franquismo, desde que acabó ese siniestro tiempo de represión y silencio, de abusos y criminalización de los que defendían los derechos de los trabajadores, la igualdad, la libertad, la democracia y todo aquello de lo que hoy creíamos disfrutar, no había vuelto a ser encarcelado un sindicalista por ejercer el derecho constitucional a la Huelga.
No es casualidad que en el momento en que el Partido Popular ha acabado con la causalidad en el despido, amparado por un Tribunal Constitucional que desampara a los trabajadores permitiendo un contrato indefinido con un año de prueba, que es lo mismo que permitir el despido libre y gratuito durante ese año, al mismo tiempo se dicten leyes represivas contra el Derecho de huelga, de manifestación, contra la libertad de expresión y otras tantas libertades individuales y colectivas.
No es casualidad que desde el Gobierno se ordene a los fiscales recurrir aquellas sentencias absolutorias o que acarrean pequeñas condenas que no conllevan ingreso en prisión por supuestos delitos cometidos durante el ejercicio del derecho a Huelga, incluido el de realizar piquetes informativos y pacíficos. Recursos que persiguen aplicar el tramo máximo de pena del tipo para que necesariamente, los sindicalistas acaben ingresando en prisión.
No es casualidad que se utilice el artículo 315 del Código Penal que castiga a quienes limiten los derechos de los trabajadores, fundamentalmente el derecho constitucional a la Huelga, precisamente para todo lo contrario, perseguir a los sindicalistas que participen en piquetes que tienen el fin de informar a los trabajadores de las razones para sumarse al paro y ayudarles a que eviten las presiones de sus empresarios.
El mensaje está claro, si no os resignáis a que pisoteemos vuestros derechos, si no os plegáis completamente a la voluntad de la patronal, si osáis cuestionar la bondad de los recortes con los que nos masacra el Partido Popular también en materia laboral, pondremos toda la maquinaria del Estado, Fiscalía incluida, para que recibáis un castigo que sirva de ejemplo a quiénes aún tengan ganas de enfrentarse a la opresión.
Si combinamos esta persecución político judicial de los sindicatos con una campaña de desprestigio orquestada por los medios de comunicación en manos de la derecha económica, una campaña donde se magnifique cualquier delito cometido por un sindicato sin reparar en que, hasta la fecha, han entrado en la cárcel, sido condenados, procesados o imputados, todos aquellos elegidos por los empresarios españoles para representarlos por robar a dos manos el dinero de todos, tenemos la mezcla perfecta: desafección ciudadana y criminalización sindical.
Es tarea de todos nosotros saber separar lo que es la corrupción llevada a cabo por individuos concretos y que merecen todo el reproche social y penal, de la campaña contra el buen nombre de los sindicatos como institución indispensable para la lucha por los derechos de los trabajadores. No podemos negar que los sindicatos han de cambiar, modernizarse y ser absolutamente intransigentes con aquellos que se corrompan, pero tampoco podemos caer en el juego de la derecha de obviar que los sindicalistas están siendo perseguidos por luchar por nuestros derechos, los de todos nosotros, los de nuestros hijos, por nuestro futuro.



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